4/3/13

LA CATEQUESIS EN EL MURO (capítulo V )

LA CATEQUESIS EN EL MURO (capítulo V )


En febrero del año 1988, el mural fue terminado y cambió el rostro del templo. Era imposible no mirar sus detalles mientras se estaba en el interior, sus colores y como cada una de sus formas invitaban a la paz.
Lo cierto es que a media semana, consideré que la obra estaba terminada, aunque nunca tuve la vista de la pintura, siempre el andamio y el plástico me impedían observar con nitidez todo aquello. Y le expliqué al párroco que ya se podía despejar la pintura.
Y fue muy extraño esto.
Al cabo de un año, el sábado por la mañana acudí al templo para ver como había terminado todo.
Quedé sorprendidísimo.
El mural era precioso, sobre el fondo blanco predominaba el tono oro rubí, era muy intenso pero me dije a mi mismo que eso sería resuelto cuando le aplicáramos el betún de Judea, los colores se apaciguarían y el mural adquiriría la tonalidad mística que tanto agrada a los sacerdotes  ya los artistas católicos.
Me felicité por la perspectiva de la pintura.
Los colores jugaban con las líneas de luz y los muros del fondo iban y venían según como se les mirase.
María y el ángel presentaban interminables detalles.
Me gustaba observar las personas durante la misa y siempre descubría que alguien se quedaba contemplando algún detalle de la obra.

Fueron inspirados en las figuras de Sandro Botticelli pero no era posible reproducir esos colores y esos efectos sobre el muro.
La pintura de Sandro Botticelli es una preciosidad, las transparencias y el tratamiento de las figuras y su ropaje son incomparables.
Sin embargo alguien podría reconocer el movimiento del ángel y María.
El único detalle defectuoso fue el muro detrás de la virgen que quedó levemente elevado en relación a la línea central. Pero esto en realidad dependía de que lugar del templo fuera observado.
Sería fácil corregirlo.
Sin embargo nunca lo hice.
Cuando alguien contemplaba la obra era inevitable seguir con la vista las palabras en latín que el ángel había pronunciado:
"Ave María, gratia plena,dominus tecum,
benedicta tu in mulieribus et bendictus
 fructus ventri tui Jesus..."

Una tarde de verano, en una de las misas de la tarde expliqué los detalles de la pintura a un grupo de no más de 300 personas.
No hacía falta más, la virgen y el ángel estaban a la vista.

Allí permaneció “el anuncio” por varios años, una catequesis pictórica imborrable para la vista.
Al término de la década de los noventa, el padre Gerardo abandonó la parroquia de Quilicura.
Su lugar fue asumido por el nuevo párroco, el padre José Tomás Salinas.
Al cabo de un año, el padre José Tomás inició una serie de transformaciones en el templo y en la organización de la pastoral de la parroquia.
En el año 2002, un domingo por la mañana, mis ojos no podían creer lo que veían.
Abrúptamente el mural fue eliminado con unas capas de pintura de color blanco.
María, el ángel y el paisaje de Nazaret, habían desaparecido.
En su lugar se instaló la tradicional imagen de la Virgen del Carmen, y un florero a sus pies.
Durante la misa, en la soledad de mi oración, algo desconcertado, sentí correr unas lágrimas por mis mejillas.



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