LA CATEQUESIS EN EL MURO (capítulo V )
En febrero
del año 1988, el mural fue terminado y cambió el rostro del templo. Era
imposible no mirar sus detalles mientras se estaba en el interior, sus colores
y como cada una de sus formas invitaban a la paz.
Lo cierto
es que a media semana, consideré que la obra estaba terminada, aunque nunca
tuve la vista de la pintura, siempre el andamio y el plástico me impedían
observar con nitidez todo aquello. Y le expliqué al párroco que ya se podía
despejar la pintura.
Y fue muy
extraño esto.
Al cabo de
un año, el sábado por la mañana acudí al templo para ver como había terminado
todo.
El mural
era precioso, sobre el fondo blanco predominaba el tono oro rubí, era muy
intenso pero me dije a mi mismo que eso sería resuelto cuando le aplicáramos el
betún de Judea, los colores se apaciguarían y el mural adquiriría la tonalidad
mística que tanto agrada a los sacerdotes
ya los artistas católicos.
Me felicité
por la perspectiva de la pintura.
Los colores
jugaban con las líneas de luz y los muros del fondo iban y venían según como se
les mirase.
María y el
ángel presentaban interminables detalles.
Me gustaba
observar las personas durante la misa y siempre descubría que alguien se
quedaba contemplando algún detalle de la obra.
Fueron
inspirados en las figuras de Sandro Botticelli pero no era posible reproducir
esos colores y esos efectos sobre el muro.
La pintura
de Sandro Botticelli es una preciosidad, las transparencias y el tratamiento de
las figuras y su ropaje son incomparables.
Sin embargo
alguien podría reconocer el movimiento del ángel y María.
El único
detalle defectuoso fue el muro detrás de la virgen que quedó levemente elevado
en relación a la línea central. Pero esto en realidad dependía de que lugar del
templo fuera observado.
Sería fácil
corregirlo.
Sin embargo
nunca lo hice.
Cuando
alguien contemplaba la obra era inevitable seguir con la vista las palabras en
latín que el ángel había pronunciado:
"Ave María, gratia plena,dominus tecum,
benedicta tu in mulieribus et bendictus
fructus ventri tui Jesus..."
"Ave María, gratia plena,dominus tecum,
benedicta tu in mulieribus et bendictus
fructus ventri tui Jesus..."
Una tarde de verano, en una de las misas de la tarde
expliqué los detalles de la pintura a un grupo de no más de 300 personas.
Allí permaneció “el anuncio” por varios años, una catequesis
pictórica imborrable para la vista.
Al término de la década de los noventa, el padre Gerardo
abandonó la parroquia de Quilicura.
Su lugar fue asumido por el nuevo párroco, el padre José
Tomás Salinas.
Al cabo de un año, el padre José Tomás inició una serie de
transformaciones en el templo y en la organización de la pastoral de la
parroquia.
En el año 2002, un domingo por la mañana, mis ojos no podían
creer lo que veían.
Abrúptamente el mural fue eliminado con unas capas de
pintura de color blanco.
María, el ángel y el paisaje de Nazaret, habían
desaparecido.
En su lugar se instaló la tradicional imagen de la Virgen del Carmen, y un
florero a sus pies.
Durante la misa, en la soledad de mi oración, algo
desconcertado, sentí correr unas lágrimas por mis mejillas.
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